¿CUAL ES EL SIGNIFICADO DE LA CUARESMA?

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Una experiencia más grande y hermosa de lo que piensas.

El miércoles 17 de febrero fue el miércoles de ceniza, el comienzo de la Cuaresma.

La Cuaresma viene de “cuarenta”, término simbólico bíblico que nos recuerda el diluvio, la marcha por el desierto del pueblo de Israel, el camino de Elías hacia el monte Horeb, el tiempo que Moisés paso en el Sinaí antes de recibir las tablas de la Ley y el ayuno de Jesús en el desierto.

Cuarenta días que la Iglesia nos ofrece para prepararnos a celebrar el triduo pascual, la muerte y resurrección de Jesucristo.

Este punto culminante en la vida de la Iglesia descansa sobre un trípode: oración, penitencia y compartir. Pero estos tres enfoques requieren una explicación. ¿Qué es exactamente?

La experiencia que se ofrece en Cuaresma resulta ser más grande y hermosa de lo que uno podría pensar en un principio

Por eso Jesús te invita a sonreír y denuncia la tentación de la hipocresía que amenaza la oración pública, el ayuno público y la limosna pública.

Oración: entrar en el diálogo de Cristo con su Padre:

La Cuaresma llama a llegar al fondo del alma, donde está la presencia de Dios, sin ruido y sin límites. El cristiano puede convertirse en un «peregrino de su propio corazón» para pasar de la superficie a la fuente de su ser. En este tiempo de pandemia que minimiza los viajes, el creyente puede experimentar el gran camino hacia Dios presente en su alma. Meister Eckhart (+1328) habló del «fondo sin fondo» del alma.

Al descender a las profundidades del alma, el devoto no choca contra una pared, sino que descubre la fuente viva de la gracia recibida en su bautismo. Orar es mucho más que decir una «pequeña oración» de petición. La oración sigue siendo el acto humano más elevado, importante y sublime. Puede ser corta, pero nunca pequeña. «Pequeña oración» sigue siendo una mala y lamentable interpretación.

Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, reza a su Padre llamándolo «Abba», que significa «Papá» en su lengua materna, el arameo. Nunca un creyente del Antiguo Testamento se había dirigido a Dios en estos términos. Jesús dialoga con su Padre con confianza y ternura. Orar no es decir oraciones, sino dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros «¡Abba, Padre!”. “No rezamos, somos rezados”, enseñó Meister Eckhart siguiendo a san Pablo (Cf. Rm 8,15; Ga 4,6).

San Serafín de Sarov (+1883), santo ruso contemporáneo de Karl Marx +1883), compartió su experiencia de Dios diciendo que «el objetivo de la oración no es otra cosa que la adquisición del Espíritu Santo». Para un discípulo de Jesús, orar es orar en el Espíritu Santo. Orando alcanza el estado de oración. Más que acción, la oración se convierte en un estado de unión con Dios.

Quien ama, ama todo el tiempo, sin pensarlo. Lo mismo ocurre con el amor de Dios. En el Espíritu Santo, el cristiano se vuelve al Padre. Este es el momento de volvernos a Dios, como canta el prefacio de la Misa: «Alcemos nuestro corazón, lo tenemos vueltos hacia el Señor».

Ayuno y penitencia, entrar en la lucha de Cristo Jesús contra el mal y el maligno:

El ayuno de Cuaresma no puede reducirse a una penitencia para dominar nuestros instintos, ni al simple recuerdo del ayuno de Jesús en el desierto durante cuarenta días al comienzo de su vida pública.

El Hijo de Dios se humilló a sí mismo haciéndose hombre; para salvar a los hombres, se enfrentó al diablo. La Iglesia pide ayunar el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. El resto del tiempo, cada cristiano elige los gestos adecuados de renuncia y penitencia.

Para la fe cristiana, el ayuno y la penitencia, como la oración y el compartir, son vividos por Jesús con el creyente y en el corazón del creyente. Estos pasos son más grandes y hermosos de lo que parecen. Se trata de la gracia de Dios obrando en el hombre.

El orgullo y la hipocresía son polos apartados del misterio de la Cuaresma donde la experiencia de Dios conduce a la humildad y la acción de gracias. En la parábola de la oración del recaudador de impuestos y del fariseo (cf. Lc 18, 9s), Jesús desenmascara claramente las perversiones espirituales del religioso que se glorifica a sí mismo y no de la misericordia de Dios revelada por el profeta Isaías: “todas nuestras obras eres tú el que las realizas” (Is 26,12).

Compartir: entrar en el amor de Cristo Jesús

Asi, con las manos juntas y suplicantes
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Abrirse a la Palabra de Dios
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Si la pandemia mata a muchas personas, el hambre mata a más. Millones de adultos y niños mueren de hambre y desnutrición cada año.

El cristiano comparte sus bienes con los pobres. Un acto de solidaridad y caridad, el compartir conecta con el amor de la Santísima Trinidad, comunión de las Personas divinas, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno en el amor.

Subida hacia Pascua:

La oración, el ayuno y el compartir están interconectados y se fortalecen entre sí. La oración conduce a la penitencia y al compartir. La limosna que purifica el corazón promueve la oración y la penitencia.

Tiempo de preparación de los catecúmenos para recibir el bautismo y renacer en la noche de Pascua del agua y del Espíritu Santo, la Cuaresma, trae una renovación de mentalidad y de espíritu como expresa el rito del Miércoles de Ceniza: «Conviértete y cree en el Evangelio”.

Conversión significa «dar la vuelta» alejarse del mal y volverse a Dios. Al hacerlo, el buscador de Dios, experimenta el gozo de Dios en su corazón.

Sobre todo, la Cuaresma trae la buena noticia de la vocación de todo hombre: compartir la vida de Dios en Cristo Jesús, vencedor de la muerte y del mal. El Domingo de Resurrección, frente a una cruz florida, celebraremos la alegría de la Resurrección de Jesús y la nuestra.

El desierto lugar de conversion
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Fuente: Zenit, dia 16/2/21

Editado: Finita Martinez